Ricardo Devis
Disfrutar de una comida en Nerua es otra cosa. Y no se trata de combinaciones ni de sorpresas ni de combinaciones sorprendentes. En Nerua cada plato es tratado como si fuera una combinación tan simple como la del Tangram: 7 piezas de tamaño y proporciones preestablecidas para construir un universo de figuraciones. Porque en Nerua la base, tan simple como la del Tangram, es el producto estacional, delicadamente tratado hasta extraer de sí, mediante técnicas o adiciones, alguna de sus mejores versiones.
Recuérdese que Poe afirmó que no se gana al ajedrez, sino que pierde quien comete, debido a su complejidad, el primer error perceptible y que, por tanto, las damas, por su simplicidad, tienen que ver más con la inteligencia que un juego con posibilidades de perderte, y que tiene que ver, sobre todo, con la posible distracción. Pero no hay distracción posible en Nerua, porque su cocina parte de la base irreductible del producto, al que someten a largos y exactos procesos para extraer su sabor verdadero, condensado sutilmente (como ocurre, por ejemplo, con los pimientos choriceros confitados largamente) y expuesto a una combinación que no se pretende explosiva en sabores, sino más bien armónica con el producto principal (antxoas, bonito, lomo de ternera o tomates: lo que sea).
Nerua no es para todo el mundo, aunque todo el mundo puede disfrutar en Nerua. Los escabechados son soberbios; y el punto de rebozado de la merluza es extraordinario, manteniendo los jugos que aseguran el disfrute de la pieza; el lomo de ternera queda un tanto escuálido en sabor… pero se trata de apreciar el lomo, que está perfecto. Y los símiles de carolina y bollo de Bilbao (helado) están muy conseguidos. Pero si la emoción requiere únicamente sensaciones, la emoción en Nerua precisa, para apreciar todo su contenido y potencial, de comensales expertos en lo que se da y esperanzados en lo que se podría dar, en los sabores primigenios y en sus variaciones más puras: en la comida como sublimación de lo disponible, cada vez distinto.
Como dije al principio, el Tangram, con sus limitados movimientos, debido a la geometría fija de sus siete piezas, parece limitar el conjunto de resultados… ¡pero no es así! Lo mismo se dijo de las estructuras como el soneto o la sinfonía. Las restricciones te centran en lo que el autor quiere expresar, y ciertamente Josean Alija quiere expresar muchas, demasiadas cosas, en su menú “Muina” (esencia, conocimiento), que todos van a apreciar, pero que algunos pocos van a sublimar. Se trata de opciones y gustos. Y se trata de producto, producto y producto. Y esfuerzo, esfuerzo y más esfuerzo. Y ante eso no se puede quedar un@ sin nada que decir.
Para los que crean que la cocina moderna ha derivado de forma inmanejable hacia variaciones muchas veces peregrinas, les aconsejo Nerua. Y para los que creen que el producto puede constituir por sí mismo la base de una completa culinaria, les aconsejo también Nerua. Y, por último, para los que piensan que el producto es un mero componente, les recomiendo también Nerua, para que contrasten... delicadamente.