Antonio Cruz León
Encargamos un toldo extensible para una terraza en la que había un hueco de 2,39 m entre la pared y una celosía. El día de la instalación se presentaron con el toldo y vieron que no cabía, pues no habían tenido en cuenta los soportes y habían elaborado el toldo con los 2,39 m del hueco. Decidieron llevárselo para cortarlo y adaptarlo para que fuese posible instalarlo, pero el montador dijo que no, pues el toldo no podría cerrarse porque chocarían los brazos al cerrarlo, cosa que no era cierta, pues habría bastado con acortarlo 10 cm y hubiese encajado perfectamente sin que los brazos chocasen en ningún momento. La solución por la que optaron fue la de romper la celosía y empotrar el toldo. Y eso hicieron, cortaron la celosía con una radial y un martillo, lo colocaron, retiraron los trozos grandes y dejaron toda la zona llena de polvo y cascotes. Se comprometieron a que esa misma tarde, o al día siguiente, vendría un albañil de la empresa a reponer las piezas y recomponer la celosía. Pasada una semana, volvió el montador para decir que no existía celosía del mismo modelo y que habría que retirar completamente la existente para sustituirla por otra de nuestra elección, con lo que fuimos a escoger un modelo que encajase por dimensiones. Una vez elegido, enviaron a un albañil a colocarla, y resultó un episodio desagradable, pues no solo no atendía a nuestras indicaciones, sino que las despreciaba haciendo gala de mala educación y contestaciones fuera de tono. Terminado su trabajo, recogió todo y barrió, pero comprobamos posteriormente que los huecos y la superficie de la celosía había quedado llena de mezcla que ha sido imposible quitar. En conclusión, por colocar un toldo, nos han destrozado una celosía y tenemos que quedarnos con una chapuza de obra, cuando se hubiese solucionado simplemente adaptando el toldo al hueco, pero no, según el montador, él "midió bien, pero después en la tienda se atienen a medidas estándar". Nunca más