Batirtxe Etxebarria
Mi padre murió en esta residencia, después de estar tres meses en ella, y sus últimos momentos fueron lo peor.
Nos llamaron un sábado a la noche, para comentar que había empeorado durante la tarde, y cuando llegamos, ya había fallecido.
En ese momento, nos dimos cuenta que ya llevaba tiempo muerto por su rigor mortis, y no fueron capaces de llamarnos con antelación.
En otros momentos de su estancia, ante cualquier incidencia si lo hicieron.
Pero en esta ocasión, fin de semana, falta de personal no hay excusa para que mi padre falleciera sólo en su habitación.
En aquel entonces por el dolor no nos expresamos como teníamos que haber hecho, pero luego vino la gota que colmo el vaso.
Un mes después, llamamos para recoger sus pertenencias, cuando previamente, habían comentado que las guardaban y para nuestra sorpresa no las tenían. Confusión. Las habían dado.
Lo que quedaba era material, pero para nosotros tenía un valor sentimental. Después de una búsqueda por su parte apareció su bastón y sus gafas. Sin el cordel del Athletic. Qué curioso.
Su ropa, una maleta de cabina nueva....todo desaparecido por arte de magia.
Mi hermano solicitó poder hablar con la directora de la residencia y aún sigue a la espera.
Muy mal sabor de boca en un trance que ya de por sí, es muy doloroso, el perder a un padre.
Deseamos que esto no le ocurra a nadie más, por ello escribo estas líneas.