Barbara Beltran
Como en casa, en todos los sentidos. Un acogedor local con una decoración clásica de toda la vida con giro especial en los techos de donde cuelgan objetos cotidiano de nuestras casas, convirtiéndolo en un espacio informal en el que puede pasar mucho tiempo, además que no remontan las masas, así que en ningún momento te hacen presión para irte, al contrario, el servicio es tan agradable que te invita a pasar toda la tarde.
Para entrar debes tocar a la puerta, donde te reciben muy amablemente, te recogen los abrigos y te acompañan a la mesa. No se les escapa ni un detalle, nada más sentarte te reciben con unos crudités con guacamole aceite y vinagre, acompañado de un pan estilo brioche con mantequilla francesa con sal, la cual te cortan al momento. Una vez te explican la carta, un poco su historia y su cocina, te traen una sopa de verduras.
Te aconsejan empezar con unos entrantes mientras se cocinan los arroces, el plato estrella de la casa cocinado el las propias paelleras diseñadas por ellos. Hemos pedido los arenques noruegos, recomendados por la camarera, los cuales venían en cuatro estilos.
Seguimos con un arroz de verduras apto para vegetarianos y un arroz de ibérico con costillitas, ahumado por ellos mismos con una técnica noruega. Todos los arroces son hechos al socarrat, en su punto perfecto de tostado y crujiente; servido con limón y all-i-oli.
De postre hemos probado la marquesa de chocolate negro, perfecta para los amantes de chocolate puro. Siguiendo con los detalles, junto con los cafés nos han traído una tacita de chocolate caliente con una teula de almendra y naranja, pequeños detalles que hacen que quieras volver.
Un lugar super recomendable y especial; donde probar arroces diferentes con una técnica propia. Espero volver muy pronto.