Pepe Macca
Fui uno de los primeros clientes de Artificio, allá por 1994, porque los arquitectos que reformaron mi casa me recomendaron la firma por aquello de que lo caro marca la diferencia. Sin embargo, de poco me sirvió invertir 1,5 millones de pesetas de las de hace más de 20 años para montar mi pequeña cocina de 4,22 metros cuadrados.
En febrero de 2016 reventó la caldera, uno de los muebles se anegó y pedí a Artificio que me lo reemplazara, accediendo a ello y enviándome un presupuesto a primeros de marzo que acepté para una reparación sin demoras ya que, como les indiqué, ya no ocupo esta vivienda y se la tenía alquilada a desde hacía seis años a un inquilino que exigía una rápida intervención.
A partir de ahí todo fueron demoras por parte de Artificio a la hora de ejecutar el trabajo. Me decían que nadie más podría hacerlo como ellos pero que estaban hasta arriba, que esperase sólo unos días que acabaron siendo… meses! Meses de persecuciones telefónicas, de esquinazos, de mentiras, de decirme por el móvil (concretamente Debla Illana, la máxima responsable de la firma) “en cuanto llegue al estudio y vea los planos te llamo para resolverlo” y no llamar nunca más, pese a haberles indicado claramente que si yo viviera en esa casa podría esperar, pero mi inquilino no.
Ni siquiera obtuve respuesta en julio de 2016, tras seis meses de infructuosa persecución, cuando les comuniqué que mi inquilino ponía pies en polvorosa. Nada de nada por parte de la directora responsable (o más bien “irresponsable”) Debla Illiana. Ni siquiera para pedirme excusas.
La cocina me la arregla finalmente, por la mitad de precio y en tiempo y forma establecidos, una firma de cocinas “de las normales” encontrada a boleo por Internet. Resumiendo: en Artificio son tan caros como malos profesionales.